viernes, 8 de junio de 2012

L A CULTURA ES RELATIVA!!!......y la ignorancia también !!
Demasiados jóvenes de ahora, no saben leer, o no se les enseña, o simplemente son flojos.
Me sucedió una curiosa situación, que me pareció no tiene desperdicio. Por eso se las voy a contar.
En la UCV, en la escuela de Historia, había examen de Historia Contemporáne En dicha prueba, un alumno afirmó que “en Francia, Francisco de Miranda tuvo una amante llamada : "Logia Lautaro”. Y hubo otra bachiller que, en la misma prueba, aseguró que “El Papa excomulgó a Lutero porque no quiso sacarse una foto con él”.
En la mesa donde nos encontrábamos reunidos había una profesora de Lengua y Literatura quien medió en el asunto sugiriendo al profesor que le solicitara a los bachilleres que le mostrasen la cita del libro de texto donde decía lo que ellos afirmaban.
Cada uno de los jóvenes buscó y encontró rápidamente la página y hasta la oración en cuestión.
Me permito transcribir textualmente las palabras de los libros (que la mañosa, asombrada y muy fascinada profesora de Lengua y Literatura se apuró a copiar y atesorar en una libretica), para que lean, y comparen con las afirmaciones de los bachilleres y piensen

-En Francia, Francisco de Miranda tuvo una amante llamada Logia Lautaro.
La frase del libro decía:
- En Francia, Francisco de Miranda tuvo relaciones con la "Logia Lautaro.
-El Papa excomulgó a Lutero porque no quiso sacarse una foto con él.
La frase del libro decía:
 
El Papa excomulgó a Lutero, porque se negó a retractarse ante él”.
 
Los comentarios sobran…!

Jamás esclavos?Por: Martín Caparrós

Yo empecé mal. Era tarde cuando me topé con que Cristina Fernández lo había hecho otra vez, y no supe evitar la indignación. Uno no debería indignarse por cosas como ésta: es pobre, repetido, casi humillante. Pero a mí me cuesta y salí de punta; fue un error.
El suyo había sido craso pero rimbombante. Con su verba inflamada sempiterna, la señora presidenta había dicho, ante su ¿colega? angoleño que “nosotros” –siendo “nosotros” los argentinos– “tenemos el orgullo de ser, en el año 1813, el primer país americano que abolió la esclavitud en la Asamblea del año 1813, y lo digo con mucho orgullo, los primeros en abolir la esclavitud”. Las repeticiones están en el texto, y también su corolario: “No es casual que también hoy seamos abanderados en el mundo entero en materia de defensa irrestricta de los derechos humanos”.
Era por lo menos osado que la señora Fernández hablara de su “defensa irrestricta de los derechos humanos” mientras almorzaba con un dictador que se los pasa por el forro. Pero no fue eso lo que me superó; sucumbí ante un ejemplo tan flagrante de la reescritura peronista de la historia, reescritura berreta de la historia.
Porque hay un dato incontestable, concreto: la Argentina no abolió la esclavitud en 1813. En 1813, la Asamblea de las Provincias Unidas decretó la “libertad de vientres”, que es muy diferente.
La libertad de vientres es una de las medidas más vergonzosas que han podido pensarse: señores probos y elocuentes peroraban contra la esclavitud pero no querían atentar contra la sacrosanta propiedad privada para no perjudicar a los dueños de esclavos –ellos mismos. Eran –por decirlo de algún modo– como los progres millonarios de hoy que peroran distribución de la riqueza pero se la guardan toda. Entonces inventaron la libertad de vientres: que los bebés que nacieran de esclava no serían esclavos pero que todos los demás esclavos seguirían siéndolo –porque liberarlos habría sido una incalificable violación del derecho a la propiedad.
El mecanismo suena tan actual. Sólo que entonces lo definían más claro -en la capitanía de Chile: “Aunque la esclavitud, por opuesta al espíritu cristiano, a la humanidad y a las buenas costumbres; por inútil y aun contraria al servicio doméstico, que ha sido el aparente motivo de su conservación, debería desaparecer en un suelo en que sus magistrados sólo tratan de extinguir la infelicidad; con todo, conciliando estos sentimientos con la preocupación y el interés de los actuales dueños de esta clase de miserable propiedad, acordó el Congreso (…): que los que al presente se hallan en servidumbre permanezcan en una condición que les hará tolerable la habitud, la idea de la dificultad de encontrar repentinamente recursos de que subsistir sin gravamen de la sociedad, el buen trato que generalmente reciben de sus amos y, sobre todo, el consuelo de que sus hijos que nazcan desde hoy serán libres, como expresamente se establece por regla inalterable”, declaraba su Congreso reunido en Santiago.
La resolución chilena fue promulgada el 15 de octubre de 1811, antes que la argentina, que la imitó en todas sus líneas. O sea que ni siquiera la libertad de vientres se dio aquí antes que en otros países latinoamericanos. Pero, queda dicho: la libertad de vientres no abolió la esclavitud; solo liberó a los hijos de los esclavos –que siguieron siendo esclavos.
El primer país que sí abolió la esclavitud en América fue, antes que todo eso, Haití en 1803. Después lo hizo Chile en 1823. Entre fines de 1840 y principios de 1850 la prohibieron México, Colombia, Ecuador, Uruguay. Solo Brasil, Perú y Venezuela seguían siendo esclavistas cuando buena parte de la Argentina dejó de serlo, el 1 de mayo de 1853, con la promulgación de la nueva Constitución, cuyo artículo 15 decía que “en la Confederación Argentina no hay esclavos; los pocos que hoy existen quedan libres desde la jura de esta Constitución, y una ley especial reglará las indemnizaciones a que de lugar esta declaración.” Siete años después, cuando Buenos Aires también juró la Constitución, recién se acabó la esclavitud en estas tierras, tarde, sin nada para enorgullecernos.
El caso del sapo angoleño no admitía muchas dudas y, para colmo, era como un caldito de historiografía kirchnerista: mentir la historia para atribuirse una vez más la bandera –“en el mundo entero”– de la “defensa irrestricta de los derechos humanos”. Nada importante: solo un ejemplo tan claro de cómo funciona su discurso. Y yo postée un tuit levemente iracundo:
“Qué burra! Hoy en Angola CFK dijo q ‘los argentinos abolimos la esclavitud en 1813’. Fue en 1853, doctora. ¿No sabe o miente a sabiendas?”
Queda dicho: quizá no debería haber sido tan tajante –porque no tiene ningún mérito sustraer los juguetes de un infante. Pero lo que ahora me hace escribir esta columna no es eso sino la discusión que mi tuit provocó. Porque hubo cientos de respuestas y creo que los argumentos que allí se cruzaron son un buen ejemplo del modo de discutir argento de estos días. Que empezó por dividirse en las dos líneas básicas:
1) los comentarios que "apoyaban" mi tuit con andanadas de odio, del estilo: “Pedís mucho, de pedo habla espaniol” (@9160victor) o “La ‘libertad de vientre K’ es mover el vientre sobre todo el pais libremente...” (@Titto335) o “Miente la HDMP hizo un Master de Oratoria en Mentiras. YEGUA HDMP¡¡¡” (@demotoress).
Es uno de los efectos más curiosos del peronismo actual: la resurrección de esa costumbre argentina arcaica, el gorilismo, con todo lo que tiene de irracionalidad antagonista. La imposibilidad de ver más allá del propio odio –y la glorificación de ese odio como una defensa de ciertas libertades o tradiciones o razones. Un mecanismo propio de los que se creen con derecho a algún poder y comprueban que lo han perdido. Mientras rumian cómo recuperarlo, se indignan por la supuesta injusticia de la pérdida. Ese gorilismo, por desgracia, puede llegar de la derecha o de la izquierda y a veces las confunde. Lo digo sin distancias: a veces me caben las generales de esa ley, y lo lamento.
2) pero estaban, desde la famosa vereda de justo enfrente, los que lanzaban andanadas equivalentes contra el autor de la frase –o sea yo: “escribi para el pais vemdepatria cipayo” (@kumpasito) o “¿que tal zurdito que cobra por derecha?... ¡que lindo oficio!” (@carlosaf1) o “falsificador, elitista, aristocrático, ‘personaje emblemático de la izquierda de salón’, gauchiste divin, pensador banal” (@urantia_606) o la más performativa: “sos un sorete cagon decir burra a la presidente, decime donde te encuentro y te afeito a trompadas, puto del orto” (@elartilista).
Completadas con otras de sus variantes actuales más en boga: mercenario, cipayo, traidor, maricón. Son variaciones del neoestilo Clarín miente: se trata de constituir al emisor del mensaje como enemigo y deslegitimarlo, definirlo como un productor de falsedades: si podemos establecer que el que dice perro o japonés no merece ninguna confianza, no necesitamos discutir perro o japonés, no es preciso evaluar argumentos, datos, líneas, razones. Es un mecanismo clásico de los poderes fuertes pero temerosos, que necesitan usar su máquina para aplastar a los que plantean cuestiones cuyo debate podría molestarlo.
Hasta aquí, las dos posturas que producen la incomodidad, la esterilidad del debate argentino actual: dos formas del poder tratando de ahogar a la otra sin tener que discutir argumentos. Las conocemos, las sufrimos. Pero los comentarios que más me impresionaron –los que constituyen, creo, la novedad de nuestra cultura contemporánea– eran los jíbaros: los que reducían el problema, decían que no era para tanto, que total. Algunos preguntaron honestamente si las dos medidas no eran más o menos lo mismo; son el resultado de un sistema educativo cada vez más pobre, que seguramente no supo o quiso explicarles que una cosa es decretar que los hijos de esclavos no lo serían y otra muy distinta definir que no habría más esclavos, no más esclavitud. Como no supo ni quiso explicarles casi nada: por falta de intenciones, por falta de exigencias.
Pero muchos otros se ponían beligerantes: decían, por ejemplo, que “en 1813 se prohibió el comercio de esclavos y libertad de esclavos, medida ejemplar para la época. Infeliz mala leche!” (@polacobarzante): con resto de puteada, argumenta que la medida de 1813 era ejemplar para la época, pero nadie discutió si lo era o no, y esa medida ejemplar sigue sin ser la abolición de la esclavitud. Viejo truco: cambiar el eje, hablar de otra cosa para eludir lo que no se puede contestar.
O “no es muy fuerte e irrespetuoso lo que decís? En el XIII fue la libertad de vientres y en el 53 casi no había. Sabe y mucho” (@pmdelvalle). La aparición del casi como criterio histórico: ¿qué quiere decir que casi no había? ¿Que fulanita era casi virgen? ¿Que fulanito era casi esclavo? Viejo truco: suponer que el rigor es un lujo innecesario; contra la pretensión elitista de la precisión, la imprecisión como recurso válido, la chantada discursiva como un principio de la política populista.
Y, también: “un error de fechas no cambia como se tratan los derechos humanos en este país, tu odio te enseguece” (@MatiasRomn). La reducción al principismo: hay esencias que no cambian por un “error de fechas”. Hablábamos de historia; hablábamos de 40 años, pero las esencias se establecen por voluntad superior, inmutable, y los hechos históricos no las influyen. Lo que aquí se llama “un error de fechas” implica las vidas de miles y miles de esclavos que siguieron siéndolo. Ese mismo error de fechas llevado al presente supone que daría lo mismo que algo hubiera sucedido en 1972 o en 2012. Viejo truco: pretender que hay ontologías, formas del ser -generalmente nacional- que están por encima de las circunstancias, que hacen inútil discutir los meros hechos.
Son, para empezar, muestras de la falta de conciencia histórica –de conciencia de la historia– que nos ataca cada vez más en estos días falsamente historicistas. Y son, sobre todo, exponentes del posibilismo: de bueno qué querés, si en 1813 no liberaron a los esclavos por lo menos les dijeron que sus hijos no iban a serlo, te parece poco, qué querías, que cambiaran así todo de golpe? Muestra del cualunquismo de una cultura donde cada vez más cosas dan lo mismo: donde da lo mismo ser casi esclavo que esclavo, donde 40 años más o menos no importan demasiado, donde una intervención ferroviaria de 15 días puede llevar 90, donde una forma de explotación del petróleo puede ser espléndida hoy y espantosa mañana, donde “no estaremos haciendo tanto como queríamos pero mirá de dónde veníamos”, donde los debates estériles, construidos de puteadas inanes, florecen para suplantar a los que importan, a los que se callan: donde importa tan poco lo que se dice que se puede decir cualquier cosa y simular que importa, total a quién le importa.
Una tétrada es un conjunto de cuatro cosas iguales o muy relacionadas entre sí.
El videojuego Tetris, cuyo protagonista es una serie de tétradas de bloques, fue lanzado en la Unión Soviética un día como hoy, pero de 1984.
Los periodistas Nicolás Balinotti y José Sbrocco investigaron al gobernador deTucumán, José Alperovich, y lo plasmaron en un libro que se llama El Zar tucumano,impreso por editorial Dunken. La obra refleja el caudillismo como estilo de gobiernoen la Argentina.Fragmento del Capítulo III: “El sueño del relato único”
José Alperovich siempre entendió el rol del periodismo como un órgano de difusión delo que el poder necesita que se difunda. Lo comprende así desde antes de escalar a la cima del gobierno tucumano. Para él, la libertad de prensa o el periodismoindependiente son definiciones idealistas y sin contenido.Obsesivo al límite de la exaltación, durante todos sus años como gobernador,Alperovich adquirió el hábito de seguir de cerca el caudal de información que recorríalas calles tucumanas. Nada se le pasa inadvertido. Cada mañana, en compañía deunos mates y de sus asesores, un ritual inquietante de lecturas de diarios acompañael desayuno del gobernador. Incluso, hasta montó un “ bservatorio de medios”
en elprimer piso de la Casa de Gobierno, desde donde actualmente se supervisa conatención el contenido de los informativos radiales, los noticieros televisivos y losportales de Internet.Alperovich aún mantiene la costumbre de saberlo todo como una necesidad paraaplicar premios y castigos a través de la publicidad oficial, administrada con rigor porla Secretaría de Estado de Prensa y Difusión. Esta es un área clave, que desde el iniciode la gestión recibió en promedio unos 12 millones de pesos anuales para repartirentre los medios de comunicación. Con apenas seis meses en el gobierno y en lo que fue una de sus decisiones máspolémicas, Alperovich envió a la Legislatura un proyecto de ley para la creación de unmultimedios estatal que finalmente no prosperó. Iba a ser denominado “TucumánNueva Imagen”, y nacía con el pretexto de asegurarles a los habitantes de la provinciael derecho a la información.La propuesta de Alperovich despertó una sensación de inquietud por el riesgo queimplicaba para el pluralismo informativo y para la prensa independiente. La controversia, incluso, alcanzó ribetes nacionales. El diario La Nación le dedicó unaencendida y crítica editorial, mientras que Clarín también le dio cierto despliegue a lainformación. El artículo de opinión del diario fundado por Bartolomé Mitre provocó una inmediatareacción en el entorno de Alperovich. Al día siguiente de la publicación, el porentonces Secretario de Prensa y Difusión, Mauro Castagneri, respondió a través deuna carta de lectores que fue publicada en la edición del 14 de mayo de 2004 bajo eltítulo “Proyecto retirado”. Lejos de desmentir o aclarar el verdadero propósito de lainiciativa oficialista, Castagneri informó que la propuesta había sido retirada de laLegislatura, y retrucó con estadísticas a las críticas periodísticas sobre la pobreza y ladesnutrición. Si bien el sueño del multimedios propio no avanzó, Alperovich puede jactarse de teneren la actualidad al periodismo tucumano en un puño. “La Gaceta es el único medioque puede vivir sin la publicidad oficial. Al resto se les hace difícil”, reconocióCastagneri en un rapto de sinceridad.El estado provincial, por su propia dimensión económica, es uno de los principalesanunciantes de los medios de información. Así, con el poder de la billetera, el gobiernocolonizó canales de televisión, radios, diarios y revistas. Hizo del periodismodoméstico, en algunos casos, un oficio para genuflexos. Tanto es así, que enocasiones, durante las ruedas de prensa del gobernador, sus asesores les susurran aloído de los periodistas las preguntas que deben hacer. Gustavo Utrera, periodista de Canal 10 en licencia por haber asumido como directorde Medios del Gobierno, solía consultar a Castagneri sobre los temas que iba a tratarel gobernador en sus ruedas de prensa diarias. Utrera ahora es quien le dice al oído aalgunos periodistas sobre los temas que deben preguntar. “Hace su trabajo como funcionario. En todo caso la culpa es del periodista quepregunta lo que le soplan”, defendió a Utrera un ex secretario del gobernador. En un momento de tensión entre el empresario periodístico Alberto Llaryora, ex sociode Canal 10, y Alperovich, el medio de comunicación ignoraba o relegaba lainformación oficial. Al poco tiempo de esa pelea, Alperovich consiguió la intervención de Canal 10, sacódel medio a la empresa de Llaryora, New Line, y el canal quedó manejado por elestado provincial y la Universidad Nacional de Tucumán (UNT).Alperovich no fue un improvisado en la importancia de los medios de comunicación.En 1986 había desembarcado en Canal 10 como director y socorrista económico. Llegóde la mano de los dirigentes radicales Rubén Chebaia y Luis Yanicelli, pero con el avalde Rodolfo Campero, por entonces rector de la UNT. Desde aquel momento y hasta laactualidad, la casa de estudios es propietaria del 34 por ciento del paquete accionariode la emisora.Alperovich se fue mal de la conducción de Canal 10. El otro canal de aire de laprovincia, el 8, sucumbía por los malos manejos empresariales, hasta que se convocóa una licitación pública para vender la señal de televisión. Alperovich, siendopresidente de Canal 10, fue uno de los que se interesó para quedarse con el canalrival. Desde el ComFeR alertaron al rector de la UNT, Rodolfo Campero, y le comentaron lasintenciones del titular del canal universitario. Molesto, Campero llamó a Alperovichpare interiorizarse del asunto, ya que no podía quedarse con el otro canal de aire porsu cargo en el directorio de Canal 10.
— José, me han dicho que te presentaste para la compra de Canal 8,
lo sorprendióCampero. — (Se quedó mudo un rato)
Y bueno, vos sabés que tengo un patrimonio y no puedoatender sólo las cosas del Estado,
respondió Alperovich
— Estás en todo tu derecho; pero no podés seguir en el cargo. O mañana a las 12tengo una comunicación fehaciente que renunciaste a la licitación, o pasás por el estudio de Nores Colombres que ya tiene redactada tu renuncia
, lo presionó Campero. Al día siguiente, Alperovich firmó su renuncia como presidente de Canal 10. Finalmente, Canal 8 quedó en manos de Alberto Llaryora, un empresario que tuvobuenos y malos momentos con Alperovich.Ya en la década de los 90, la UNT, que por entonces comandaba César Catalán, llamóa licitación para vender una parte del paquete accionario, para que una empresaprivada se asociara con la Universidad y con el estado provincial. Alperovich tambiénpresentó una oferta para quedarse con el canal, pero la empresa ganadora fue NewLine, que en los papeles pertenecía a Raúl Spinelli Roca, cercano a Llaryora. Esteúltimo no podía presentarse ya que era dueño de Canal 8. Llaryora recién desembarcóen el 10 cuando vendió Canal 8 a Telefé, del grupo Telefónica.

Cuando Alperovich cumplía su mandato en el Senado y ya anticipaba sus intencionesde ser candidato a gobernador, en 2002, arregló con Llaryora el financiamiento devarios programas que lo ayudarían a instalarse en la opinión pública. En ese contexto, durante mucho tiempo el noticiero de Canal 10 estuvo conducido porCarlos Rojkés, el cuñado del gobernador. Además, existen programas que desde hace años son financiados con dineros públicosy cuentan con la participación de periodistas que también se desempeñan en el áreade Prensa y Difusión del gobierno. La avanzada mediática del alperovichismo también dejó su huella en la radiodifusión.Era el ocaso de 2005 cuando Alperovich, a través del ex director del Banco delTucumán Camilo López, adquirió LV12, una de las principales radios de la provinciaque por entonces pertenecía al empresario Máximo García Hamilton. La ventainicialmente se iba a concretar en 400 mil dólares, con la mitad de los pagos concomprobantes y la otra mitad en negro. La negociación se habría terminado cerrandoen menos de 100 mil dólares, en medio de un clima de promesas incumplidas, ya queen la transacción se habría incluido al ya desaparecido diario La Ciudad. En 2011, Camilo López se quedó con otra radio de gran audiencia: LV7. De ese modo,el banquero López —que había sido compañero de Alperovich en la Universidad—controla las dos principales frecuencias de AM de la provincia.

“La estrategia de Alperovich para ir comprando o arrendando las radios es muy simple. Primero les corta la publicidad oficial
(que es el único sustento de la mayoríade esos medios),
y luego les envía todo tipos de inspecciones laborales e impositivas.Cuando los propietarios de la radio se encuentran ahogados financieramente, el alperovichismo le hace una oferta de adquisición o arriendo a largo plazo de lafrecuencia. Luego de cerrada la operación, desde la Secretaría de Prensa y Difusión seenvían generosas pautas publicitarias al nuevo medio alperovichista, con lo que sefinancia por entero la operación y quedan jugosas ganancias, que luego seacrecientan mes a mes”,
escribió Tomás Luciani en su portal de noticias Contexto.
La Gaceta, ¿una amenaza inquietante?
Tal vez el mercado de la prensa gráfica es lo que siempre más le preocupó aAlperovich, que vio en la sombra del diario La Gaceta una amenaza inquietante.
“A La Gaceta la detesto. Le tengo bronca por lo de la Fundación PIBE. Nosotros somosexitosos con La Gaceta en contra. Cuando el diario está con nosotros, a veces piensoque nos apoya porque estamos haciendo algo mal o porque nos mandamos algunamacana”,
ironizó la senadora Beatriz Rojkés de Alperovich en referencia al estado decrispación casi permanente que dominó la relación entre el gobierno de su esposo y elmedio de comunicación gráfico de mayor alcance en la provincia, con un promedio 54mil ejemplares por día. En los tiempos en que Alperovich era ministro de Economía de Julio Miranda ycandidato a gobernador por el PJ, fue él mismo quien solicitó una entrevista con lacúpula del diario. En la reunión con los directivos del legendario diario perteneciente a la familia GarcíaHamilton, Alperovich apeló a una retórica empresarial, aunque exhibió su enfado porla manera en que el medio había tratado el supuesto caso de corrupción de laFundación PIBE, que salpicaba directamente a su esposa, Beatriz Rojkés.
— Lo pasado, pisado. Este es un gobierno de renovación y prosperidad. Se acabó lacorruptela mirandista. Quiero que La Gaceta me acompañe en este cambio, les dijoAlperovich a las autoridades del diario. Muchos años después, un representante de la cúpula del diario que presenció elencuentro se lamentó:
“Fue un diálogo sordo, y así continuó durante los ocho añosque van de gestión”.
Quebrada la relación, descontrolado y molesto, más de una vez Alperovich acusó a LaGaceta de “
poner palos en la rueda”
a su gobierno. Y así fue que orquestó un planpara intentar combatir el monopolio de la información en la provincia. La estrategia oficialista tuvo tres etapas: le redujo al diario más del 50 por ciento dela pauta oficial; envió periódicamente inspectores de la Dirección General de Rentascomo herramienta de presión fiscal, e intentó crear un multimedios estatal. Al fracasareste último paso, decidió comprar medios privados, como sucedió con la radio LV12.También, Alperovich habría intentado cooptar al gremio de los canillitas, antes ligadoa Julio Miranda. Esto hubiera sido considerado un fuerte ataque a la libertad deexpresión. Sin embargo, la jugada más audaz después del intento fallido del multimedios estatalfue allanarle el terreno al salteño diario El Tribuno para que desembarcara enTucumán.Cuentan que Alperovich tentó primero al Grupo Vila, del mendocino Daniel Vila y JoséLuis Manzano, pero que ante el rechazo tajante luego recurrió al diario de la familia deJuan Carlos Romero, el ex gobernador de Salta y compañero de la fórmulapresidencial de Carlos Menem en las elecciones de 2003. El acuerdo para lanzar El Tribuno Tucumán se selló en la bodega El Porvenir queRomero tiene en Cafayate, en los valles salteños. Participaron de ese encuentrorepresentantes de los diarios El Nuevo Diario de Santiago del Estero (de José MaríaCantos), El Tribuno Salta (de la familia Romero), y El Tribuno Jujuy (Rubén Rivarolaes socio de los Romero).Alperovich era el único que no era propietario de algún diario. Allí decidieronconformar Multimedios del Norte S.A., una unión de diarios para competir con LaGaceta. Alperovich no figuraba en los papeles. La idea de desembarcar en Tucumán de Roberto Eduardo Romero (h), conocido como “Tito”, databa de un par de años antes, pero no estaban dadas las condiciones paraarmar un proyecto a largo plazo.
— Yo me planto en Tucumán, pero si me garantizan 250 mil pesos mensuales paracubrir los gastos de la planilla salarial,
le habría dicho uno de los hermanos Romero alinterlocutor del Gobierno. La negociación llegó a buen puerto y el 18 de octubre de 2005 se publicó la ediciónnúmero uno del diario El Tribuno en su versión tucumana. En la inauguración deldiario participó el gabinete de Alperovich casi en plenitud. El domingo 23 de octubre se elegían diputados nacionales en Tucumán, donde laesposa del gobernador encabezaba la lista oficial. Ese día, El Tribuno amaneció con una entrevista en las páginas centrales al gobernador, todo un desafío a la vedaelectoral que regía. La orden la había dado “Tito” Romero. En vano fueron los intentos del Gobierno de desmentir su cercanía con el flamantediario. Parte de la plantilla de empleados de El Tribuno fue sugerida por el secretariode Prensa y Difusión, Mauro Castagneri. Así fue que el periodista Carlos Amaya fuedesignado jefe de Redacción. Por las mañanas, Amaya conducía el programa televisivo “A las siete” junto con Fernando Pazos y Carlos Rojkés, el cuñado de Alperovich. Y porlas tardes dirigía el diario, siempre atento a las órdenes que bajaban desde Casa deGobierno.Desde adentro del diario también intentaron desmentir la relación con el Gobierno,cuando aún se redactaban los número cero (desde el 15 de junio hasta el 18 deoctubre).Una tarde, el administrador general de El Tribuno Salta, con fuerte influencia en losnúmeros de la edición tucumana, citó a todos los periodistas en el hall del diario, quepor entonces estaba ubicado en la calle 25 de Mayo 568. Norberto Freyre, de él setrata, sacó pecho, tomó aire y empezó el monólogo:
— Yo sé que dicen que El Tribuno está vinculado con el gobernador. Nosotros somoslíderes en Salta y tenemos un proyecto a largo plazo. No venimos para estar cuatroaños como dura el mandato del gobernador
(en ese momento no se había reformadoaún la Constitución).
Nosotros venimos a trascender el tiempo que Alperovich dure enel poder. El no va a estar toda la vida.
Los periodistas asentían. Esas charlas no eran frecuentes y sonaban reales. Ni siquierael jefe de redacción Carlos Amaya sabía la letra fina del arreglo con el gobernador. Laúnica bajada de línea de “Tito” Romero fue: “Tenemos una buena relación con elgobernador”. Romero nunca blanqueó el acuerdo económico, auque cada vez era másevidente el buen trato del diario hacia el gobernador. Quienes más al tanto estaban de la relación comercial eran los empleadosadministrativos. Llegaba la fecha para el pago de sueldos y Castagneri citó a uno de losadministrativos del diario en una estación de servicios Refinor ubicada en la avenidaMate de Luna, lejos del barullo de la ciudad. Allí, el secretario de Prensa y Difusión delGobierno habría entregado el dinero para afrontar los gastos de la plantilla salarial. Laplata habría estado acomodada en una bolsa de un comercio que vende jeans. Enotras ocasiones “el valijero”, como lo habían bautizado en el interior del diario, habríasido el entonces secretario privado del gobernador, Jorge Gassenbauer, actualministro de Desarrollo Productivo. Pero la buena relación entre los Romero y Alperovich duró poco. Los motivos de laruptura sólo lo saben ellos. Especulaciones del entorno alperovichista sostienen queen un asado en Salta, Romero había tomado unas copas de más y criticóabiertamente —con insultos incluidos— al gobernador. Eso habría motivado eldivorcio. Esos ataques de ira son frecuentes en el hermano del senador salteño, quehasta diciembre de 2010 fue director de la edición salteña. Una movida de sushermanos, accionistas de ese medio lo separaron por su abierto apoyo al gobernadorJuan Manuel Urtubey.Alperovich avisó que se iba del grupo empresario, aunque no figurara en los papeles.No iba a poner ni un peso más en un diario que no llegaba a editar tres mil ejemplares diarios. La pauta publicitaria tampoco llegó al grupo empresario. A partir de esemomento, la empresa comenzó un declive que comenzó con serios atrasos salariales yculminó con el despido masivo de unos 30 trabajadores, entre periodistas, pasantes ypersonal administrativo. Fue el paso previo a la venta. Con graves episodios de censura y algunas turbulencias financieras, El Tribuno nologró levantar vuelo ni hacerle sombra a La Gaceta, el objetivo principal delalperovichismo. Esto guió hacia una inminente ruptura la relación entre Alperovich yRomero. El Tribuno de Tucumán está hoy en manos del Grupo Ámbito, propietario delos diarios Ámbito Financiero y Buenos Aires Herald.El plan B del Gobierno fue salir a la conquista de las radios y hacer pesar su influenciaeconómica en el abanico de medios locales, salvo en La Gaceta. Así se dio la comprade LV12 y el fuerte respaldo financiero al diario El Siglo y a los canales de televisión yportales de Internet adictos. El último bastión independiente que logró voltear el alperovichismo fue el semanarioEl Periódico, que suavizó sus habituales críticas y viró parte de su eje editorial en elcomienzo de 2011, justo el año electoral. Ese acuerdo habría incluido que el Gobiernodevuelva Canal 10 a la empresa New Line. La estrategia alperovichista fue montar medios alternativos para difundir el discursooficial y tratar que las voces opositoras no repercutan en la opinión pública. “ElGobierno nacional se equivocó al pelearse con Clarín. Yo hubiese montado variosmedios paralelos para contrarrestar el discurso opositor”, analizó uno de loscolaboradores más cercanos a Alperovich, al trazar un paralelismo entre los gobiernosy los medios más influyentes. A pesar de los esfuerzos por imponer el discurso único, Alperovich reconoció losalcances de La Gaceta, un diario que está próximo a su centenario. Por eso, elgobernador acepta cotidianamente las reglas del juego y se esfuerza por manteneruna relación cordial. Así es que son muy comunes las reuniones entre Alperovich y miembros del staff periodístico y gerencial del diario. En épocas de poca tensión, los encuentros suelenser cada dos meses. En tiempos de crispación, la frecuencia se alteraría a cuatromeses, según contaron fuentes de ambos sectores. Las reuniones, que habitualmenteson a la vera de una parrilla humeante, se desarrollan en la residencia delgobernador, en la calle Crisóstomo Alvarez al 4300. En el supuesto caso de estar depaso por Buenos Aires, las charlas se dan en el lobby del Hotel Libertador, alejadosdel ruido tucumano. En el entorno de Alperovich, contaron que los temas publicados por La Gaceta quemás fastidiaron al gobernador fueron los relacionados con la posibleinconstitucionalidad de alcanzar un tercer mandato. También desvelaron al jefeprovincial los informes críticos sobre la justicia adicta y las notas cuando quisocomercializar edificios considerados patrimonio histórico, medida que el gobernadorfinalmente no ejecutó por la fuerte presión social, manifestada a partir demovilizaciones a la Plaza Independencia. En la pulseada con La Gaceta, Alperovich muchas veces se salió con las suyas. En2003, en su primer año como gobernador, el Estado le otorgó al diario 2.434.728pesos en concepto de publicidad oficial. En 2010, la pauta estatal en La Gaceta fue de635.894 pesos, casi tres veces menos de lo que había sido en 2009.
“Es nula la dependencia de la publicidad oficial. No supera el 3 por ciento de lafacturación total. Son muy pocos los diarios del interior que gozan de estaindependencia”,
aseguró José Pochat, gerente general de La Gaceta desde 1997. Ofreció una mirada distinta otro directivo del diario que pidió mantener su identidadbajo reserva. “
La publicidad oficial representa entre 5 y 8 por ciento del presupuestoanual. Es un dinero que cuando baja se siente porque se lo considera que estásiempre”,
señaló. La Gaceta observa con inquietud algunas determinaciones tomadas por Alperovich.Existe un temor a que Tucumán se convierta en un feudo, en un espejo de lo que fueel Santiago del Estero de los Juárez, según la comparación que trazó una de lasautoridades del diario consultada para este libro.
“Alperovich alcanzó una hegemonía tal que en su discurso expresa que la únicaoposición es La Gaceta. En esto hubo un contagio nacional: periodismo independienteigual a oposición”,
consideró Pochat. El gerente general del diario, además, reflexionó: “
La Gaceta pone énfasis en respetar a las instituciones y mantener los principios republicanos, pero sentimos que a vecesla sociedad no comprende, que le resta atención e importancia a ciertos temas, comola eliminación del Consejo Asesor de la Magistratura. El tucumano valora al gobiernode turno ante la más mínima luz de prosperidad. Hay poco castigo social a lacorrupción”.
A José Alperovich algunas voces díscolas lo acusan de actuar casi como unemperador. Cuenta con 9.800 millones de pesos de presupuesto, tiene a los 19intendentes provinciales en el bolsillo, gobierna con una Legislatura ampliamenteoficialista y ahora podrá quedarse en el poder hasta 2015 o quizás, hasta 2019. Elgobernador respondió a las acusaciones en una entrevista con el diario La Nación:
“Soy un demócrata; solamente controlo el Poder Ejecutivo”.